7/12/12

reflexiones


Amaba esa sensación, le encantaba sentirla y no podía evitar sonreír al darse cuenta de que había sido uno de esos días.
Dejaba los tacones en la repisa de encima de la cama, se quitaba el vestido de turno y se subía a la cama con el ruidito del aire acondicionado recordándole que todavía era verano.
También tenía muchas manías, así que cuando apoyaba la cabeza en la almohada se abrazaba a las sábanas y rodeaba cuidadosamente su cuello, entonces cerraba los ojos y volvía a sentirlo, se trasladaba rápidamente al escenario: noche fresca, gente arreglada, amigos antiguos y otros recién encontrados, lugares extraños, risas tontas, tranquilidad unida a un movimiento lento... y, para terminar, el paseo de vuelta a casa con el sol avisando de que la hora de volver ya había llegado. Creo que eso siempre le pareció lo mejor, esa luz de las primeras horas de la mañana cuando todavía nadie ronda las calles, podría ser una tontería, pero era lo que le hacía sentir viva.